Su belleza, su voz lírico–ligera de precioso timbre, sobresalientes facultades y técnica, capaz de
expresar todos los matices, un gusto exquisito y excelente presencia en escena,
la convirtieron en una gran figura,
conocida por el público como “el ruiseñor
de España”.
Conchita Miralles falleció en enero de 2013 y reposa en Arnedo, ciudad que la vio crecer.
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